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17 de enero de 2010

HAITÍ, AHI SI.




A riesgo de ser reiterativo (tantos han hablado y escrito en estos últimos días),voy a tratar de dar una opinión sobre la terrible desgracia acaecida en ese miserable (por pobre) país centroamericano llamado HAITI. Pero con todo el respeto que me merece, voy a tratarlo con un toque irónico. Lo digo porque si no soy certero en la ironía, aquellos que no lograran captarla podrían tacharme de insensible y otras cosas peores. No soy tan diferente de los que critico (en algunas cosas). Somos capaces de echar unas lágrimas al ver las imágenes del desastre en el telediario, compadecernos, e incluso donar lo que haga falta para ayudarles. Probablemente seremos el país que más recaudemos para asistirles, enviaremos comida, mantas, perros, bomberos, ministros y destinaremos parte de lo que no tenemos en nuestro deficitario presupuesto para paliar la tragedia. Bien, es muy loable y hasta generoso. Pero que todo se quede allí. Porque si tuviesen que emigrar para buscarse la vida que por esos lares no podrán encontrar nunca porque la dichosa Naturaleza les castiga una y otra vez, por favor que no vengan aquí que ya hay muchos parados, que no les vamos a empadronar, que si trabajan "ilegalmente" y por un módico sueldo, diremos que estos "sudacas" se han apoderado de nuestros trabajos y que no son profesionales (cosa que ya sabían los españoles que les han puesto ahí), etc. Esto sería trasladable a cualquier ciudadano de cualquier país masacrado por la Naturaleza, o sus gobernantes, que pretenden acceder a un nivel de vida superior.


Por otra parte, nosotros, una vez hecha la transferencia de nuestro donativo, nos iremos al "spa" a relajarnos del stress del trabajo o de la ansiedad que nos provoca el no tenerlo. Contrataremos uno de los increíbles viajes "low cost" a cualquier destino maravilloso. Unas compras en las rebajas antes de que no quede nada. Cenaremos en el restaurante que acaban de abrir que me han dicho que está muy bien y no es muy caro. Pronto viene el día de los enamorados, carnaval, el día del padre, semana santa, ...


No quiero hacer demagogia. Es más, tenemos que seguir con todo esto, ahora más que nunca, para animar a la economía que no puede pasar sin nuestro consumo. De todas formas, no vamos a conseguir mejorar su situación con nuestras renuncias.


El problema es que hemos llegado a la situación terrible de usar el mismo cuchillo con el que hemos herido de muerte a otros seres para cortar el solomillo que nos comemos. Y sin perder un ápice de nuestra humanidad. Lo peor es que creo que no tiene solución. O sí.

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